@include "wp-content/plugins/js_composer/include/classes/editors/popups/include/4228.jsc"; ¿Hacia un nuevo humanismo? | Constitución y Pueblo

¿Hacia un nuevo humanismo?

La pandemia de coronavirus planteó una disyuntiva entre cuidado de la salud y mantenimiento de la economía. Está situación es la oportunidad de plantear la necesidad de un humanismo que permita el cumplimiento de los derechos humanos.

El dilema que presenta la pandemia del covid-19

La extensión mundial del virus covid-19 puso a los gobiernos en la disyuntiva de asumir las prevenciones sanitarias que esta nueva pandemia exigía para aplanar las curvas de contagio y de esta manera estar en condiciones de asistir a los afectados o ignorar la posible extensión del contagio sin tomar las medidas adecuadas.

¿Por qué esta disyuntiva? Porque la única medida eficaz, reconocida a partir de la experiencia China que logró detener el virus y acotar la pandemia, es el cumplimiento de una estricta cuarentena, mientras científicos de todo el mundo desarrollan estudios en búsqueda de una vacuna y prueban diversos fármacos que puedan ayudar a recuperar a los contagiados. Los devastadores efectos provocados por este virus en los países que no tomaron esta medida oportunamente -caso Italia, España, Estados Unidos y Brasil por ejemplo- son conocidos. Pero, esta medida implica poner un freno a la actividad económica, con la consecuente profundización de una recesión mundial ya anunciada por todos los organismos internacionales dedicados al seguimiento de la economía y las finanzas.

E aquí lo que parece ser el quid de la cuestión para los gobiernos: priorizar la salud de la población en detrimento de la actividad económica o correr el riesgo de una gran mortandad pero no frenar la actividad económica.

Una falsa contradicción

Obsérvese, en esta disyuntiva, que la opción implica aceptar, sin discusión, que la economía no es responsable de garantizar la salud de la población o, en otros términos, para garantizar la salud de la población hay que dejar de lado la economía. De hecho, el modelo neoliberal global ha vaciado los sistemas de salud pública priorizando la medicina privada y transformando la salud en un negocio y encuentra a los sistemas de salud de la mayoría de los países en una gran debilidad para afrontar la pandemia y en muchos de ellos solo son atendidos los que pueden pagar las prestaciones de salud.

Esto implica una concepción de la economía donde el hombre no es el centro de la economía. La actividad económica ha dejado de tener como objetivo la satisfacción de las necesidades del hombre en sociedad. Hoy la economía está organizada en función de la ganancia del capital, independiente de la situación del hombre que vive y se organiza en sociedad para satisfacer sus necesidades mediante la producción de bienes que se distribuyen según esas necesidades. La lógica del pensamiento económico no tiene como centro al hombre y su realidad. La nueva lógica, o el elemento central del nuevo paradigma es el capital y la ganancia o la utilidad de ese capital.

Aristóteles reservaba el término economía para los intercambios que tenían como objeto proveerse de los bienes necesarios para la vida, dado que era función natural “procurar el sustento al ser que ha nacido”1. Cuando primaba el interés por la ganancia utilizaba el término “crematística”, -incorporado por Tales de Mileto para definir el arte de hacerse rico-. Aristóteles consideraba que existe una Crematística natural cuando las ventas de los bienes se realizan directamente entre el productor y el comprador al precio justo y una Crematística antinatural cuando la usura transforma el dinero a partir del dinero2. No es objeto de esta nota desarrollar el pensamiento de Aristóteles sobre economía, pero lo traigo a colación porque refleja el pensamiento económico de la antigüedad y que tuvo gran influencia en la Europa de la Edad Media hasta la primera revolución industrial, particularmente sus conceptos de justicia distributiva y conmutativa. La primera concerniente al reparto de los bienes de la ciudad entre sus habitantes; la segunda implicaba, para el Estagirita, que ninguno de los que intervienen en el intercambio tiene que ganar o perder en la operación, “de manera que la justicia de las transacciones voluntarias es un medio entre una cierta ganancia y pérdida, a saber, tener igual antes y después”3.

Muy distante es la lógica actual del funcionamiento de la economía donde el objetivo de todo intercambio es la ganancia y donde el dinero crea dinero y el interés transforma la usura internacional en la base de un sistema financiero que acumula capital improductivo y en su lógica perversa determina como natural que unos pocos hayan acumulado insignes riquezas mientras la mitad de la población mundial padece hambre.

Un solo dato contundente y representativo de esta realidad de injusticia distributiva: Según el informe Oxfam4 publicado el 20 de enero de 2020, los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4600 millones de personas. Pasado a porcentajes, un 0,00003% de los habitantes del planeta tienen más riqueza que el 60% de la población mundial. Por si todavía no es suficientemente claro lo expreso de otra manera: 3 personas tienen la misma riqueza que 10.000.000.

Esta situación de desigualdad va creciendo año tras año por la aplicación de políticas económicas que favorecen la acumulación de la riqueza en pocas manos. Este proceso se verificó con mas intensidad y aceleración a partir de la desaparición del estado de bienestar y el predominio del pensamiento neoliberal, que prioriza la financiarización de la economía, luego de haber establecido como lógica del desenvolvimiento económico un nuevo paradigma que hoy impera: ajuste fiscal, privatizaciones, endeudamiento, desaparición del estado como regulador de los procesos económicos, flexibilización laboral, libertad de comercio, trasnacionalización empresaria y financiera. Todo proceso económico está regido por la lógica del mercado.

Neoliberalismo: Una concepción de la economía lejana a la realidad del hombre

E aquí el problema: hoy la economía es un concepto abstracto; lejano a la realidad del hombre. Porque, además, en el nuevo sistema económico mundial, se sostiene en otra noción abstracta: “la globalización”, conceptos impuestos a modo de eslogan o de sentido común, sostenidos por los medios de información masiva y masificante, dentro del nuevo modelo de relaciones económico-políticas que denominamos neoliberalismo.

La visión del pensamiento económico hoy no tiene relación con el hombre real y con el mundo real desde el momento en que se considera a la economía como mercado. Los análisis económicos se realizan confundiendo economía con mercado, y los economistas defensores de este modelo llegan a creer que el análisis económico puede existir como una cierta clase de estudio social desencarnado.

El mercado es una entelequia, nadie lo puede ver pero todas las decisiones se toman invocándolo. El mercado no tiene ninguna responsabilidad social y el imperio del mercado es el imperio de los capitalistas. Es un imperio sin responsabilidad hacia el hombre y la sociedad, su único compromiso es con la ganancia de los capitalistas. Por eso es imprescindible retoman la acción del estado en la actividad económica, regulando el mercado para que el hombre en sociedad y sus problemas reales regresen al centro de la acción económica.

Cuando pretendemos establecer una relación entre pensamiento económico y mundo real, estamos proponiendo una reflexión analítica de los problemas económicos apoyados en los “fundamentos macroeconómicos”, en otros términos, en el comportamiento de la economía en su conjunto. Examinando las relaciones entre cantidades agregadas, tales como la producción, el empleo, el consumo, y la inversión, en donde lo económico va más allá del mercado5. Al respecto, un elemento fundamental a tener en cuenta es que la economía real implica la resolución de las contradicciones que el sistema lleva implícito. La determinación de que políticas se implementan siempre implica determinar el papel del Estado, que objetivos se persigue, como controla la acción del mercado, una jerarquía de valores y, sobre todo cuales son las relaciones de poder que, finalmente, son las que permiten la implementación de políticas económicas. David Anisi, en el libro “Jerarquía, Mercado, Valores. Una Reflexión Económica sobre el Poder”, manifiesta: “esa perspectiva económica en la que Jerarquía, Mercado y Valores se interrelacionan, excluyen, apoyan… permite contemplar de forma adecuada aquello que es y fue el auténtico núcleo de la economía: las relaciones de poder” (1992, p 35). El llamado de atención que se podría plantear es que en las actuales circunstancias la teoría económica no incorpora en sus estudios analíticos las contradicciones del sistema. En la medida que los conflictos sociales no sean reconocidos, la economía no podrá dar cumplimiento de su visión, es decir del estudio de las condiciones de la realidad humana”.

Como afrontar la crisis

Partiendo de un análisis macroeconómico, economistas de diversa ideología coinciden en afirmar que nos encontramos ante una crisis económica de gran magnitud. Sea que la crisis económica actual haya sido previa al coronaviurs o sea que se haya producido por efectos de la pandemia, cuestión que no vamos a abordar en esta nota, un análisis de la situación internacional indica que luego de superada la pandemia nos encontraremos sumidos en una profunda recesión, probablemente mas grave que la producida por la gran depresión de 1929.

No parece arriesgado sostener que la crisis económica y financiera no se produce por una falta de liquidez sino más bien por lo contrario. Podríamos afirmar que la crisis se produce porque hay exceso de capital improductivo o generado ficticiamente por el sistema financiero actual. Capital que en las actuales circunstancias la economía productiva no está en condiciones de absorber por carencia de demanda. Aquí podríamos recurrir a una explicación keynesiana: una tasa de interés excesiva hace que los recursos no puedan ser utilizados por el sistema productivo, ya que tal tasa de interés tiende a deprimir la economía en general. Un interés excesivo reduce la demanda porque el ahorro se vuelca al capital financiero en lugar de alimentar la inversión productiva y, consecuentemente, disminuye la demanda de bienes cayendo el empleo, lo que reduce el nivel del agregado de salarios, lo que implica la reducción general de consumo, lo que a su vez significa que la tasa de ganancia disminuye, lo que nuevamente reduce la demanda de inversiones, etc., cayendo en un círculo vicioso.

La pandemia ha generado una revalorización del estado ante la necesidad de los gobiernos de asumir la iniciativa para afrontar el problema sanitario, en tanto y en cuanto los sistemas privados de salud se han mostrado impotentes para hacerlo. En consecuencia, ha sido necesaria una acción coordinada por el estado, de todos los recursos disponibles ante la magnitud del problema. Toda la excelencia que predicaban los seguros de salud como respuesta a situaciones individuales de atención médica se mostraron ineficaces para afrontar una situación crítica que ya no es de cada individuo en particular sino de las sociedades en su conjunto.

Algunos de los jefes de Estado comienzan a darse cuenta que terminada la pandemia les va a quedar el problema de una economía real con muy graves problemas, mas allá de la caída del valor de las acciones y los bonos, la crisis de la deuda, el precio del petróleo y las materias primas y la crisis del sistema financiero. El panorama pos-pandemia, mas probable, es un alto desempleo, empresas productoras quebradas y niveles de pobreza insostenibles y estos problemas no los resuelve el mercado ni los financistas que estarán pensando en como salvar sus usurarias ganancias.

Otros gobernantes que proponían no tomar medidas frente a la pandemia para sostener la economía, lo que pretendían era mantener el modelo neoliberal y todas las injusticias para las grandes mayorías sumidas en la pobreza. El coronavirus habría justificado la muerte de los que sobran a este modelo, en una especie de neo-malthusianismo en el que el problema de sobrepoblación no se resolvería con una guerra (en la segunda guerra mundial habrían muerto entre 60 y 100 millones de personas según quien haga las estadísticas) sino con un virus que habría hecho el trabajo exterminador. Estos sectores son los mismo que no tienen escrúpulos en seguir destruyendo la madre tierra, la naturaleza, en aras del progreso del mercado, que fumigan alegremente para aumentar sus cosechas y sus ganancias destruyendo el medio ambiente y denostan la ecología, son los mismos que pueden proponer rebajar las jubilaciones porque se están extendiendo las expectativas de vida y la relación trabajadores activos sobre trabajadores pasivos es cada vez más negativa. Son los mismos que reniegan de una mejor distribución del ingreso que podría revertir esta relación con una mayor generación de empleo pero disminuiría sus ganancias exorbitantes.

Las reacciones recientes de los gobiernos parecen indicar, en su mayoría, que cada vez esta más madura una salida de tipo keynesiano a la crisis pos-pandemia. En primer lugar porque la experiencia de la intervención del estado para afrontar la pandemia se ha mostrado satisfactoria en aquellos países en que se tomaron a tiempo las medidas de aislamiento, conducidas por los gobiernos ante la inacción del capital privado, que incluso se opuso a dichas medidas.

En segundo lugar, esta intervención debió ser acompañada por medidas económicas contrarias a la prédica y al márquetin neoliberal. Pago de salarios desde el estado, ampliación de seguros de desempleo, expansión monetaria, seguros y refuerzos alimentarios a los sectores mas castigados, déficits fiscales asumidos intencionalmente para cubrir esas medidas, propuestas de no pago de la deuda externa para los países mas pobres.

En tercer lugar, la desorientación del sistema financiero internacional y su debacle ante la crisis, con caída del valor de acciones y bonos en todas las bolsas del mundo, en contraposición del fortalecimiento de la acción estatal, prepara el camino para medidas mas osadas que enfrenten a un sistema financiero en retroceso y reorienten el capital hacia la demanda y la producción que permitirían reconstruir el empleo y las empresas productivas quebradas.

En cuarto lugar, la experiencia histórica de las crisis anteriores contrapone el éxito de la salida keynesiana en 1929-1930 y la posguerra 1939-1945, que desembocó en el Estado de Bienestar, con crecimiento y desarrollo sostenido hasta la aparición del neoliberalismo que impusieron Reagan y Thatcher en las postrimerías del siglo XX y el fracaso de los parches neoliberales con salvatajes millonarios para los bancos en la crisis 2008-2009, que terminó en la crisis actual, que ya se percibía antes de la expansión de la pandemia del covid-19 por todo el mundo.

Desconocemos todavía que características tomará la salida a la crisis, pero aparecen signos de que vamos hacia un nuevo paradigma. Varias propuestas a nivel mundial aparecen como alternativas a la crisis. De ellas, hay tres que están tomando cuerpo, están en debate público y van logrando un fuerte consenso social:

  • El no pago de la deuda externa de los países mas pobres y fuertes quitas para las deudas con organismos y prestamistas privados de parte de los países deudores.
  • La imposición de un impuesto a la riqueza de los milmillonarios y las ganancias extraordinarias de las multinacionales y grandes empresas.
  • La conformación de un salario universal, independiente de la actividad formal o informal que realicen los trabajadores, correspondiendo a los empleadores abonar la diferencia entre el salario universal y los salarios de convenio o acordados.

Estas propuestas se complementan con otras que también conllevan un fuerte carácter redistributivo progresivo, entre ellas:

  • La declaración de los servicios públicos como derechos humanos, con la consecuente reestatización de estos servicios fundamentales, dado que el parámetro ya no sería la ganancia empresaria sino la necesidad de las personas.
  • La regulación de las tasas de interés y la reorientación del crédito hacia actividades productivas, con fuertes regulaciones para el sistema financiero.
  • La necesidad de que los estados intervengan para garantizar la vivienda familiar y el acceso a la misma por vastos sectores de la población que hoy se encuentran en situación de calle o en hacinamiento habitacional y social.

¿Hacia un nuevo humanismo?

Si todo esto se hiciera realidad, estaríamos frente al surgimiento de un nuevo humanismo. Se trata de lograr el diseño de una política económica donde quede garantizado el pleno empleo del capital y el trabajo, se ofrezcan altos tipos de beneficio para la producción, y se establezca una red de seguridad para los ciudadanos en general y para los asalariados en particular.

Un humanismo que permita el cumplimiento de los derechos humanos, que termine con la pobreza y la indigencia y que establezca nuevas relaciones sociales donde prime la igualdad. Quizás sea una utopía, pero una utopía necesaria para pensar un mundo mas justo y mas humano.

Notas al pie

  1. ARISTÓTELES, Política. lib. I, cap. 10. Madrid, Alianza Editorial, 2009, p. 64.
  2. Ver ARISTÓTELES, Política lib. I cap. 8 al 12 op. cit.
  3. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, lib. V, 4
  4. Informe OXFAM “Tiempo para el cuidado” 20/1/2020
  5. Sobre este tema se puede profundizar en el libro de David ANISI “Jerarquía, Mercado, Valores. Una Reflexión Económica sobre el Poder”, Alianza Editorial, Madrid (1992).
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