De los ríos de lágrimas y dolor,
desde los vientres,
que parieron víctimas y compromiso,
nacieron los pañuelos.
Blancos como el alba de la vida,
traslúcidos como la luz de las conciencias,
indestructibles como el amor y la esperanza.
Desde las rondas abrieron senderos
que se hicieron surcos y camino
para imponer memoria,
vencer impunidades
reclamar la verdad y la justicia.
Un puñado de locas en las plazas
vencieron la ignorancia y la barbarie,
derrotaron las armas sin violencia,
se convirtieron en ideal y en grito.
Jinetes de un nuevo apocalipsis,
con espuelas de amor,
reparieron con valor los nuevos hijos
de la Patria brutalmente esclavizada.
Así los 30.000 fueron semilla
de los millones que este día marchamos.
Como ríos desatados en bravura
derribaremos compuertas y represas
que quieran desviar el cauce
de la memoria, la verdad y la justicia.