Allá por el 78
Allá por el 78, la primavera vino
como vienen todas las primaveras
y con ella las miles de formas de arrebato de amor
en cada cosa que natural se anime.
El Ramón
Tenía como un grito de gol en la cara, digo, esa forma de felicidad gritona y reía como si riese un gallo, no sé, una gallina. No, no era ridícula su risa, era seria, digamos risa de gallo serio.
Trabajaba de albañil el Ramón cuando conoció a la Chela. La Chela limpiaba casas y era empleada en negro en lo de Acostas-Castros.
No sé qué boludez le dijo a la Chela cuando pasaba ella por la obra y la chela se volvió y lo cagó de un toscazo. Y durante una semana repitieron ese acto de piropo y piedra.
Hasta que una mañana no dieron más y se conocieron. Y entre la discusión y las puteadas él le dijo “te quiero” . Ella le dijo: vos no escuchás, hijo de puta.
Sí que escucho -le dijo- y te quiero más.
Ahora tienen un almacencito y cuatro hijos.
¿Qué, como se llama el almacén?
La tosca, se llama, sí, sí, la tosca. Como se conocieron.